Una morera regalada por un jardinero, si lleva varios años plantada y cuyo destino va a ser incierto, merece tener el beneficio de la duda y ser acogida para tener una segunda oportunidad. Este fue el caso. Ocurrió hace dos años, en febrero, se presentó en casa el jardinero con una vara de morera de 4-5 metros y un diámetro de 4-5 centímetros en la base que refería haber arrancado de una jardín donde ya se habían cansado de ella.
Yo la miré y mirando el cepellón escaso me atreví a acogerla. Así que la planté en una maceta con simple tierra arcillosa. Con sorpresa en marzo-abril empezó a echar los primeros brotes. Eliminando los que no quería y cortando poco a poco a lo largo de dos años ha resultado este ejemplar.
Aquí se ven dos proyecciones, se intenta ya la típica estructura geométrica con un esbozo de su vértice, todo muy en su inicio, con mucho andamio.
El tronco fue cortado y sólo, inicialmente se han dejado brotar unas 7 ramas, las demás fueron eliminadas nada más brotar o a posteriori. Luego, hace poco, en agosto, con alambres las ramas, sin apretarlas, fueron redireccionadas de forma horizontal como se ven ahora.
Si se mira con detalle, el tamaño de la hoja ya empieza a ser reducido respecto a una morera plantada al aire libre.
Se ven a simple vista las grandes grietas en la madera muerta que debe ser trabajada, probablemente en los próximos meses cuando me agencie las herramientas adecuadas.
Se ha puesto sustrato compost como abono extraordinario para la planta, eso creo facilitará el crecimiento, so riesgo de crecimiento de hongos.
Y nos vemos próximamente con este árbol tan ilusionante.
Este marzo del 2021 me atreví con unos arreglos; trabajé duramente la madera muerta, lijándola durante semanas hasta llegar a limarla. La poda del invierno anterior fue generosa, por lo que los brotes salían con fuerza. Tras trabajar la madera muerta me decidí trasplantar el árbol a una maceta de terracota digna de un bonsái como se merecía el árbol que ya había arraigado.
Después del trabajo mecánico, la madera muerta fue pincelada con sulfato cálcico para de este modo evitar su deterioro y mejor conservación.
Y aprovechando algunas ramas muertas de la morera, quizás una especie de jin que también tratamos con sulfato cálcico.
14-VIII-2022.
La morera ha agarrado bien a la tierra volcánica, de tal forma que en esta primavera los brotes han sido generosos, siendo merecedora la planta de una buena recompensa doble de abono: una primaveral y otra estival en forma de granulado de liberación lenta. Como compensación, al árbol se le ha exigido una defoliación forzada para estimular el crecimiento de hojas de menor tamaño que, seguro, nos regalará. Aquí se pueden ver varias perspectivas del árbol.
Misma perspectiva antes y después de la defoliación.
Se puede apreciar en esta perspectiva el gran corte que, probablemente, no cicatrizará, y que se sigue tratando como madera muerta.
18-IX-2022
Ya ha pasado un mes tras la labor del trasquilador y los brotes ya son evidentes, hojas de menor porte, con una proporción más adecuada al tamaño del árbol.
Vamos a apreciar el tamaño de las hojas de nuestra morera...
No todo es perfecto, de esta forma se puede apreciar el gran defecto de este árbol, la gran cicatriz perdurable, huella inherente de su pasado.
Algunas ramas se secaron, aprovechadas y conservadas como jin, para ello se ha tenido que recurrir a usar buenas dosis de carbonato cálcico.
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